“6. Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
7. vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
8. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?
9. Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres.
10. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra.
11. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.”
Mateo 26:6-11
Qué tremenda enseñanza nos deja este párrafo bíblico, que narra la ocasión en que Jesús había sido invitado a comer en una casa, y cuando estaba cenando vino una mujer con “un vaso de alabastro de perfume de gran precio”, y llorando lava los pies de Jesús, y rompe el sello del alabastro y derrama el perfume sobre la cabeza de Jesús, considerando esta acción una demostración de su gran amor por el maestro, y reconociendo su grandeza, su majestuosidad, a quien ella considera digno de invertir en Él lo mejor que ella tiene, y no le importa el costo de su accionar, y dejándonos a nosotros un ejemplo de devoción y rendición de corazón ante el Señor, no olvidando que Dios examina la intención de nuestro corazón.
Lamentablemente algunos discípulos consideraron esta acción como un tremendo derroche de dinero, pues la casa se llenó de la fragancia del perfume derramado en Cristo, y ellos pensaron que un alabastro de perfume como ese podría haberse vendido a un gran precio y con el dinero haber ayudado a muchos pobres… que triste manera de reaccionar de aquellos que, al igual que hoy día consideran un derroche el esforzarse en adorar y adorar al Señor, invirtiendo tiempo y dinero, y critican a estos que no toman en cuenta el gasto y esfuerzo que esto implica, pues el único objetivo en ellos es adorar y agradar al Señor, y no tienen otra prioridad mayor en sus vidas.
La reacción de Jesús frente a esta situación es enfática al confrontar a sus discípulos y les enrostra que esta mujer con su acción demostró que nada le importó, ni el qué dirán, ni su condición, ni siquiera pedirle algo a cambio, nada de eso, ella sólo quería aprovechar esa oportunidad de estar con Él y demostrarle cuánto le amaba, y eso era algo que sus propios discípulos no habían hecho, por lo cual Jesús estableció este hecho como algo digno de contarse en donde se predicara el evangelio, y agrega que si era por ayudar a los pobres, que consideraran que a los pobres siempre los tendríamos entre nosotros, pero su Presencia física no la tendríamos, y esto, pues su Presencia, su visitación, su compañía entre nosotros hoy es un acto de fe de nuestra parte. Por lo tanto debemos aprender a derramar nuestros alabastros, lo valioso que tengamos, nuestro presente, nuestras ocupaciones, nuestro futuro, nuestra vida entera… deja de lado todo lo que te impide que Él sea lo primero siempre, y demuéstralo, y adórale, en espíritu y en verdad, porque tales adoradores Dios busca que le adoren.
Pr. Herman Gajardo P.
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