“12. Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,
13. y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.
14. Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.”
Juan 18:12-14
En los versículos que leemos hoy, la narración tiene que ver con el momento de la detención de Jesús, por parte de soldados Romanos y los alguaciles de los sacerdotes, para ser juzgado y sentenciado a muerte. Los sacerdotes Anás y Caifás habían sido los mentores para eliminar a Jesús, pues estaban indignados por todas las maravillas que hacía Jesús, y además se sentían avergonzados de que Jesús los trataba como hipócritas, que debiendo hacer el bien no lo hacían, y no tenían autoridad moral para guiar a otros.
Jesús sabía lo que ellos hacían, y conocía sus verdaderas maquinaciones, por lo cual no le extrañó que el diablo los usara a ellos para ser los gestores de lo que iba a suceder, por lo mismo vemos que los captores llevan a Jesús a Anás, que era el suegro de Caifás, y este último era el sumo sacerdote ese año, vale la pena mencionar que Anás había sido nombrado en el cargo por un representante del gobierno Romano que en ese tiempo imperaba, y posteriormente otro Romano lo reemplaza por Caifás, por lo cual sus nombramientos como sumos sacerdotes no tenían nada que ver con lo establecido en la ley de Moisés, ellos estaban usurpando esas labores.
En el versículo 14 leemos la aclaración sobre la incidencia de Caifás sobre la captura de Jesús, pues él fue quien aconsejó a los judíos, “de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo”, en otras palabras utilizaron políticamente a Jesús al acusarlo de ser un sedicioso que estaba en contra del imperio Romano, lo cual obviamente les serviría a ellos para evitar cualquier represalia del imperio en contra de los judíos. Lo que ellos ignoraban era que todo esto era parte del plan de salvación establecido por Dios, al dar a su hijo en rescate de toda la humanidad, por todas las generaciones, y no liberarnos del imperio Romano, o cualquier imperialismo reinante en la tierra, sino de liberarnos del imperio de la muerte, el cual solo Jesús, con su muerte, pudo vencer. Bendito Salvador.
Pr. Herman Gajardo P.
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