“33. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”
Lucas 14:33
Al leer este versículo, nos damos cuenta de inmediato que renunciar es una palabra que nos complica, pues nuestra vida, nuestra existencia es la suma de cosas, situaciones, estudios, esfuerzos, que están totalmente arraigados en nosotros, pues es como nosotros nos percibimos y además representa lo que queremos que sepan o piensen de nosotros, pues no queremos ser tildados de ociosos, holgazanes, vividores, malas personas, pues nuestra naturaleza nos insta a que seamos aceptados por los demás, y la sociedad, nuestro entorno de vida, que son nuestra familia, nuestras amistades, el vecindario, nuestro trabajo, nos valoran por quienes somos, pues nos ven como triunfadores, o como perdedores, y todo eso nos lleva a pensar y darle importancia a cómo nos perciben los demás, y entonces entramos en un proceso existencial, lo cual nos hace ser personas tratando de agradar a los demás para encajar en nuestro entorno.
En tiempos de Jesús, un joven rico se acerca a Jesús para preguntarle qué debe hacer para heredar la vida eterna, a lo cual Jesús le responde que cumpla con los mandamientos, el joven le dice que todo eso lo ha hecho siempre, pero Jesús va más allá, y le dice que venda todo lo que tiene y lo regale a los pobres, pero el joven rico desiste y se va triste. El joven no quiso cambiar su status, no quiso dejar su estilo de vida, ni su manera de pensar. Al respecto, el versículo que leemos hoy, nos aclara lo que Dios espera de nosotros, pues, si no renunciamos a lo que somos y poseemos, no podemos ser sus discípulos, y si insistimos en seguir a Jesús pero sin dejar lo que aquí somos o nos gusta hacer, nos engañamos a nosotros mismos y no obtendremos la preciada salvación. Dios conoce nuestra vana manera de vivir. O somos o no somos. Esto es solo para valientes.
Pr. Herman Gajardo P.
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