“1. Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad,”
Tito 1:1
Este versículo que leemos hoy, corresponde a la carta del apóstol Pablo a Tito, su hijo en la fe. Y Pablo comienza presentándose a sí mismo como “siervo de Dios”, atribuyéndose este título como un honor, y le da una suprema importancia en su vida, pues los grandes títulos que Pablo logró con todos sus estudios, y que lo hicieron llegar a ser un fariseo celoso, y que lo llevaron a ser un perseguidor de los cristianos, todo cambió cuando un día tuvo un encuentro personal con el Señor, y escribió: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.” (Filipenses 3:7), y ahora lo vemos aquí presentándose como solo un humilde siervo de Dios, sin ostentación de nada, pues nada es más importante que ser un siervo de Dios, y luego agrega “y apóstol de Jesucristo”, considerándose a sí mismo como uno de sus apóstoles, por las instrucciones precisas que recibió directamente de Jesús en su conversión.
Una canción que cantamos dice: “no hay lugar más alto, más grande, que estar ante tus pies”, enseñándonos a ser humildes cuando acudimos ante su Presencia, pues no adoramos al Señor presentándonos con nuestros títulos alcanzados, o con la investidura que tenemos, pues cuando buscamos su rostro, debe ser con corazón contrito y humillado, reconociendo su señorío sobre nuestras vidas. En el versículo que leemos hoy, además agrega que estos títulos de Pablo son “conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad”, enseñándonos que nuestra fe en el Señor, y al conocer su verdad, su evangelio y todo lo que implica, de dejarlo todo por seguirle a Él, tiene como consecuencia el solo considerarnos siervos de Dios y enviados para cumplir su santa voluntad.
Pr. Herman Gajardo P.
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