“7. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,
8. que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;
9. perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
10. llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”
2 Corintios 4:7-10
No somos dignos de haber sido alcanzados por el inmenso amor de Dios, y más aún, que su luz resplandezca en nosotros, pero Él lo dispuso así, poniendo un gran tesoro en una vasija de barro, pero con un divino propósito, el de que “la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”, como bien lo explica el versículo 7.
Todo esto tan maravilloso, como lo es Su Presencia dentro de nosotros, nos hace pensar en nuestra frágil realidad, pues “estamos atribulados en todo, más no angustiados”, Gloria a Dios..!!, “en apuros, más no desesperados”, y la Palabra continúa diciéndonos “perseguidos, más no desamparados”, “derribados, pero no destruidos”, y termina exhortándonos “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. Que tremendo. Que glorioso. Nos hace temblar de emoción.
Con mucha razón el apóstol Pablo escribió en otra carta “ya no vivo yo, más vive Cristo en mi”. Al conocer al Señor, en la dimensión que Él quiso revelarse a nosotros, entonces ya dejamos de ser nosotros, ya nuestras debilidades se disipan y dejan actuar al poder de Dios en nosotros, y aunque vivamos experiencias dolorosas, no se comparan con haber conocido al Creador de todo el universo, y tratar de discernir que Él vive dentro de mi, es maravilloso, es sublime.
Pr. Herman Gajardo P.

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