“55. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
56. y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
57. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.
58. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
59. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
60. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”
Hechos 7:55-60
Esteban, uno de los apóstoles de Jesús, usado por el Espíritu Santo, confronta a quienes oían su gran discurso acerca de quién era Jesucristo, y con autoridad citaba las escrituras, pero enfureció a los oyentes que dijera que al mirar al cielo veía la gloria de Dios y a Jesús a su diestra, y llevándole fuera de la ciudad comienzan a apedrearlo. A veces pensamos que por el hecho de predicar de Cristo y su evangelio todo va a estar bien, pero tenemos que estar fortalecidos por el Señor y buscar la llenura del Espíritu Santo, considerando que las consecuencias pueden ser nefastas, pues aún hay personas que odian el oír el evangelio y además sentirse identificados con una vida en contra de los conceptos bíblicos, y tapan sus oídos.
Esteban, mientras era apedreado, le pide al Señor que reciba su espíritu y clama a Dios rogándole que no les tome en cuenta este pecado de apedrearlo, y muere. Leer esto nos estremece, pues esperamos un mejor fin para nuestra vida, pero nos anima el recordar que Jesús nos dijo que en este mundo tendríamos aflicciones, pero que confiáramos en Él, porque Él había vencido al mundo. Dios nos bendiga y nos fortalezca.
Pr. Herman Gajardo P.

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