“43. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.
44. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.
45. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
46. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.”
1 Samuel 17:43-46
La historia de David y Goliat es archiconocida por su final en que David vence al gigante, pero para llegar a ese final, hubieron muchas aristas y situaciones que es necesario recordar y analizar, de manera de sacar ejemplos y conclusiones de cómo debemos prepararnos para una batalla. Cuando Goliat, un hombre de oficio en la guerra y hasta ahora invencible, ve a David con una honda para tirar piedras y un báculo usado para el pastoreo, se ríe de David, y le pregunta si acaso cree que él es un perro que viene a pelear con un palo, y lo maldice. Pero David no se atemoriza, y le responde: “tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos... y Él te entregará hoy en mis manos, y yo te venceré”.
Muchas veces nosotros nos sentimos amedrentados al ver a nuestro oponente grande, con muchas armas, y haciéndonos sentir atemorizados por las circunstancias, pero el enfoque de David era claro, pues él no estaba confiando en sus armas o en sus habilidades, sino en Jehová de los ejércitos, pues Dios es el que pelea por nosotros, y si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?. David gana la pelea, derrota al gigante, y le da la gloria al Señor. Usted no se sienta amedrentado por nada que se levante injustamente en su contra, aprendamos de David que puso su confianza en Dios y tuvo la seguridad que Dios le haría un vencedor. Grande es nuestro Dios.
Pr. Herman Gajardo P.
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