“5. Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan:
6. Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones,
7. para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.
8. Yo Jehová; éste es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.”
Isaías 42:5-8
Que tremendo e interesante leer esta declaración que hace el profeta Isaías acerca del Señor, presentándolo como “El Creador de los cielos”, “El que extiende la tierra”, “El que da aliento al pueblo”, “El que da su Espíritu a la humanidad”... esto demuestra que Isaías realmente conocía a quien lo había llamado. Es para tenerlo en cuenta, pues si nosotros no conocemos al Dios al cual servimos y carecemos de haber tenido un encuentro personal con Él, como lo tuvo Isaías, nuestro mensaje no tendrá el peso de gloria que antecede a Su Palabra. Es maravilloso leer lo que el profeta declara de parte del Señor: “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas”... es como ver explicado el plan del Señor para nuestras vidas, y todo lo que conlleva el servir al Dios... es como tener acceso a leer el contrato que Dios hace con nosotros, en donde se especifican nuestros beneficios y nuestras responsabilidades. Excelente contrato.
El versículo 8 dice: “Yo Jehová; éste es mi nombre”, o sea, Dios enfatiza en que no olviden ni le resten importancia a quien es Él, el gran Yo Soy, el Único, el que se merece toda la honra y toda la gloria... incluso reitera que “a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas”, pues esto de darle la importancia debida a “Su Gloria” ya había sido establecido en los días de Moisés. En esta ocasión Dios mismo establece que Él no comparte su gloria con nada ni con nadie, pues le pertenece solo a Él. Por lo tanto, debemos pensar analizar bien a quien tenemos que dar la gloria. Para nosotros, el tener acceso a Su Gloria es la mayor experiencia que hemos podido experimentar, y hemos aprendido a darle siempre “la gloria debida a su nombre”. La Biblia nos enseña que Dios analiza y escudriña nuestros corazones, por eso, tenemos que ser hallados en integridad alabando su Nombre porque así Él nos sostendrá y Él nos guardará.
Pr. Herman Gajardo P.

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